El curso del 7mo semestre de taller de proyectos, cuando ya se pudo salir a las calles después de la emergencia sanitaria, empezó a volver a habitar la ciudad. Lo que se revisará a continuación se centró únicamente en aquella parte de los ejercicios en que los estudiantes buscaron recorrer y reconocer la ciudad donde habitan.
El principal instrumento de recorrido y reconocimiento fue la mirada, pero se trató de una mirada condicionada; con intención. Una mirada cargada de imágenes que, a manera de referentes, acompañaron el recorrido, por tanto se trató de una mirada que distingue y clasifica, que compara y relaciona, es decir, una mirada reflexiva. Con ella, en la ciudad, se reconocieron algunos espacios urbanos y edificaciones que surgieron por la comparación con el referente, el mismo que se extrajo del libro “Ciudad Collage” de Colin Rowe y Fred Koetter. De ese libro se utilizó su apartado de cierre, aquel en el que los autores colocan imágenes con fragmentos de ciudades y edificios emblemáticos y que llaman convenientemente “Excursus”, con el que, en vez de cerrar o concluir los capítulos del libro abren nuevas puertas llenas de interrogantes.
La clasificación urbana de los lugares que se encuentran en el excursos de Ciudad Collage es la siguiente: “calles memorables” como la Quinta Avenida de Nueva York; “estabilizadores” como la Place des Vosges en Paris; “piezas de serie interminables” como la extensión del Porticus Aemilia en Roma; “espléndidas terrazas públicas” como la Pizzale Michelangelo en Florencia; “edificios ambiguos y compuestos” como Hofburg en Viena; “instrumentos productores de nostalgia” como la pirámide de Caius Cestius y “el jardín” como Château de los obispos de Langres.
En cuanto a las “calles memorables”, quizá, se trató del objeto urbano más común y el más fácil de identificar pues, todos los estudiantes encontraron una calle con características de “memorable” en las ciudades que habitan. Incluso aquellos pueblos o ciudades pequeñas presentan en su configuración una calle que lo amarra todo, quizá porque muchos de ellos se formaron, precisamente por ese camino, ya que, imaginamos al caminante que, antes de establecerse, definió en su recorrido y con sus pasos aquel camino que luego se convertiría en calle.
Algunos de los objetos urbanos más difícil de encontrar en nuestras ciudades fueron los llamados “estabilizadores”. Aquellos objetos en la ciudad cuya geometría perfecta resulta notoria en el tejido urbano. Ese contraste entre geometría regular y tejido orgánico resulta más evidente en las ciudades europeas donde se impuso un trazado geométrico y regular de una época determinada sobre su irregular y medieval trazado orgánico. En nuestro medio también, esa geometría libre e irregular, propia de la ciudad lenta antes que de la planificada, puede encontrarse en las ciudades informales. Sin embargo, además del contraste entre geometrías y tejidos, la escala y el tamaño también pueden provocar dicho efecto, pues, cualquier edificación a escala urbana cuya geometría resulte notoria podría funcionar como “estabilizador”. Así mismo, una geometría singular de cualquier edificio a escala urbana provocaría el mismo efecto si se contrasta con el trazado vial ortogonal de la mayoría de nuestras ciudades.
Para las “piezas en serie potencialmente interminables” los estudiantes recurrieron a ejemplos arquitectónicos con cierta presencia urbana. Quizá esta categoría también fue fácil de encontrar pues, los elementos arquitectónicos y urbanos suelen repetirse por cuestiones prácticas y económicas. Estas repeticiones adquieren presencia rítmica alterna o continua y responden a la eficiencia constructiva y estructural requerida. De ahí que piezas en serie pueden encontrarse tanto a escala arquitectónica como urbana.
En cuanto a las “espléndidas terrazas públicas”, cuyos ejemplos en el libro funcionan como remates o bordes de ciudad que se proyectan al paisaje o al mar. Son miradores públicos que al igual que un balcón en una casa buscan mirar desde lo alto. Se trata de terrazas y balcones públicos a escala urbana o, mejor dicho, a escala de paisaje. No todas las ciudades donde viven los estudiantes poseían terrazas de ese tipo. Pero, algunas de ellas, condicionadas por la topografía, presentan morfologías que revelan visuales generosas, sobre todo, las ciudades andinas donde existen miradores y plazas que trepan pendientes empinadas permitiendo mirar desde lo alto la ciudad y el paisaje.
Los objetos urbanos más difíciles de encontrar fueron los “edificios ambiguos y compuestos”. Estos se presentan en el libro como grandes edificios que en su configuración determinan espacios urbanos. Son edificios que no pueden ser identificados en su unidad, pues, parecen la agregación de varios edificios a través del tiempo, es decir que, no pueden ser apreciados totalmente desde la calle y por ello, no es casual que las imágenes mostradas en el libro no se trate de vistas frontales o fachadas, sino de plantas o vistas superiores del fragmento de ciudad donde se encuentra el edificio. Esta información del edificio sólo puede obtenerse en ciudades donde existen archivos y extensa información planimétrica sobre lo edificado, aspecto que carecen nuestras ciudades. Sin embargo, los trabajos estudiantiles muestran edificaciones con esas características, sobre todo, en el centro histórico, donde algunos edificios poseen levantamiento planimétrico y donde puede observarse cómo lentamente han ido creciendo o configurando ciudad como, por ejemplo, los conventos que ocupan manzanas enteras.
Uno de los objetos que, a diferencia del anterior, no pueden ser asimilados desde la vista en planta o implantación sino siempre en el plano vertical de la imagen son los llamados “instrumentos productores de nostalgia”. Se trata de objetos urbanos que evocan acontecimientos del pasado y, por tanto, activan la memoria, es así que son las imágenes o los recuerdos quienes llenan su contenido. Estos objetos fueron testigos presentes de hechos significativos para un colectivo o individuo. El volver a ellos o mantenerlos vivos significa honrar aquellos hechos pasados que marcaron algún aspecto de la historia colectiva de quienes habitan esos lugares. No se trata de objetos que pertenezcan únicamente a la ciudad; cualquier poblado o pequeño asentamiento tiene un pasado cuyo significado será recordado una y otra vez por medio de la permanencia material del objeto o monumento existente. Son para la ciudad como aquellas viejas fotos familiares que nos recuerdan quienes fuimos y, por ende, quienes somos.
El último de los objetos buscados fue “el jardín” que, en el libro de Koetter y Rowe se muestra como aquella extensión de naturaleza domesticada por la más perfecta geometría, como ciudad modelo en franca crítica a la ciudad habitada. Se trata de los edificados jardines de castillos y palacios, tan inmensos que sólo pueden ser comparados con parques urbanos en nuestro medio, y es precisamente en los parques de nuestras ciudades donde los estudiantes encuentran ciertas similitudes, aunque las mismas, se vuelvan obvias por la vegetación antes que por la geometría.
Estas categorías e imágenes del libro, además de funcionar como referentes, sirvieron para cuestionarnos sobre nuestras ciudades. ¿Puede compararse Quito con Roma? Más allá de las distancias físicas, históricas, culturales, etc. ¿puede haber algo que las relacione espacialmente, materialmente, formalmente? Muchas de las categorías extraídas del “Excursus” determinan cuándo un centro poblado llega a denominarse ciudad, estas definen la cualidad de la misma más allá del número de edificaciones que presente y por tanto, pueden llegar a hablarnos de aquello que identifica a una ciudad.
Por supuesto que las cualidades que distinguen una ciudad de otra son diferentes y hasta pueden llegar a ser opuestas, más aún tratándose de una ciudad andina como Quito con respecto a cualquier otra ciudad europea; pero, es relacionando esos casos antagónicos donde se pueden encontrar -precisamente por el descarte de sus diferencias- aquellos aspectos esenciales que hacen que un centro poblado -desde su configuración espacial- pueda llamarse ciudad. De ahí que el ejercicio comparativo no pretendió nunca utilizar el referente como medida o resultado a ser alcanzado pues, consideramos que ninguna ciudad -más allá de la obvia imposibilidad- deba pretender parecerse a otra.
Los lugares encontrados por los estudiantes ocupan una ubicación específica en las distintas ciudades y, por tanto, no podríamos hablar estrictamente de recorrido sino, más bien, de mapa, haciendo alusión a la diferencia esencial entre mapa y recorrido; es decir que, al observar los lugares encontrados podemos conocer su ubicación, pero no podemos saber del recorrido desarrollado que permitió llegar a ellos. Muchos estudiantes, al trabajar en la misma ciudad, coinciden en algunos de los lugares encontrados, pero cada uno de ellos llegó allí de distinta manera (incluso utilizando el google maps). Se trata entonces de fragmentos de ciudad y como fragmentos, sin conexión evidente entre sí, como los recortes fortuitos de un collage cuyo sentido depende de quien observa el conjunto, en eso se fundamenta precisamente la noción de lo urbano en la ciudad, aquello siempre en constante cambio y construcción, lo múltiple antes que lo unitario, sin guion ni sentido aparentes, parecido a aquellos films de los años 20 donde las imágenes de la ciudad se montan sin pretendido orden, sin protagonistas ni trama, donde las dinámicas de la ciudad se muestran aleatorias y fortuitas, sin hilo conductor más que el ritmo propio de las actividades en la calle conformando lo que, en aquel entonces, se dio en llamar “sinfonías urbanas”. Es así que, sólo el recorrido experimentado por el estudiante conecta los fragmentos descubiertos, armando un conjunto de lugares pertenecientes a la misma ciudad y, por tanto, otorgándole la apariencia de unidad. De ahí que, una misma ciudad, es múltiple, porque depende del sentido que le otorga cada individuo que la experimenta y, nadie puede experimentar la totalidad sino, solamente el fragmento.
Bibliografía:
De Certeau, Michel. 2007. La invención de lo cotidiano. México, Iteso.
Rowe, Collin y Koetter, Fred. 1981. Ciudad Collage. Barcelona, GG.